Cortesía deArquitectura romana | |
Hay una clase de polvo, que por su propia naturaleza produce efectos maravillosos. Se le halla en la región de Bayas y en los territorios de los municipios, que están en las cercanías del Vesubio. Este polvo, mezclado con la cal y la piedra machacada, no sólo consolida toda clase de edificaciones, sino que incluso las obras, que se hacen bajo el agua del mar, tienen solidez. La razón de ello parece ser esta: en las entrañas de aquellos montes hay tierras y numerosas fuentes de agua caliente, que no existirían si no tuviesen debajo fortísimos fuegos, alimentados o por azufre o por alumbre o por betún. Este fuego y estas llamas, al penetrar y actuar a través de los meandros y venas de la tierra, la hacen ligera, y el tufo (o la toba), que allí existe, es lúmido y enjuto.
Y por tanto, cuando estas tres cosas, producidas de la misma manera por la violencia del fuego, llegan a mezclarse al recibir, de repente, por absorción el agua, se condensan y se endurecen por instantes, y se consolidan tan intensamente en el líquido, que no bastan a repararlas o disolverlas ni las olas ni la fuerza del agua. (VITRUBIO, De arquit. 2, 6).
“ La entrada de la casa, ostium, daba acceso a un vestíbulo, vestibulum, que comunicaba con el atrio. La habitación principal de la casa era el gran salón o tablinum, situado, por regla general, entre el atrio y el huerto, hortus. En ella existían armarios, donde se guardaban los documentos referentes a la casa y a la familia. También se colocaban imágenes. Es preciso dar al tablino dos tercios de la anchura del atrio si éste fuese de veinte pies; si fuera de treinta pies a cuarenta, el tablino tendrá la mitad de la anchura del atrio, y cuando la anchura pase de cuarenta a sesenta, se dividirá ésta en seis partes y de ellas se darán dos al tablino, porque los atrios pequeños no pueden tener por asimilación las mismas medidas que los atrios grandes; pues si nos sirviésemos de las medidas de los grandes para los pequeños, no prestarían ningún uso ni los tablinos ni las alas; y al contrario, si nos sirviésemos de las proporciones de los pequeños para los grandes, veríamos en éstos los miembros demasiado grandes y desmesurados, lo que los haría parecer enormes y desiertos. Estas consideraciones me han movido a dar reglas generales que regulen las magnitudes exactas para cada tipo de atrio, de manera que ofrezcan toda la comodidad que exige su uso, y al mismo tiempo toda la gracia que demanda su aspecto exterior.”(VITRUBIO, De arquit. 6, 4).
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"...la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir."
martes, 29 de noviembre de 2011
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